DIOS PADRE: PERSONA Y CREADOR

Dios es nuestro Padre. Él se complace en ser llamado así desde el balbucir de los niños que maman (Sal 8,5). Y así nos enseñó Jesús a invocarlo: «Padre nuestro que estás en el cielo...» (Mt 6,9).

Dios es Padre porque nos da el ser y la vida. Dios es Padre porque es el Creador de cuanto existe. La Revelación, con la Biblia en la mano, nos entrega esta maravillosa realidad al narrarnos la admirable obra de la creación: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra...». «Vio Dios que todo cuanto había hecho estaba muy bien hecho» (Gén 1,1.31).

¿Cómo Dios es Creador? Somos testigos de que lo es, pero ¡cómo pudiéramos los hombres asomarnos al misterio de las páginas sagradas! Ellas nos destilan, gota a gota, algo de su secreto al hablarnos de la «Familia del cielo», la «patría» según el texto griego en San Pablo (Ef 3,14), de donde proviene la palabra «tríada», Trinidad, la Familia de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como la Iglesia lo anuncia y nos lo enseña.

El Padre es Persona. Gracias a las ardorosas disputas teológicas del siglo IV sobre el misterio de la Trinidad de Dios, nuestros obispos y teólogos nos entregan, rescatando un término del ponderado Código Romano, la palabra «persona». Ella permite, a nuestra lógica humana, distinguir y reconocer en la Naturaleza divina de Dios Único, la Trinidad de Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¿Qué significa la palabra «persona»? Proviene del teatro griego, donde la palabra «prósopön», cara, rostro, designaba la máscara con que los actores representaban sus respectivos papeles en las tragedias y comedias. Esas máscaras, para dejar pasar la voz del actor y amplificarla, tenían pequeñas bocinas o altavoces en la boca que, al reforzar la voz, el sonido, al «per-sonar», dio pie a los latinos a traducir por «persona» la máscara del actor y su papel: «persona trágica», «persona cómica».

La persona humana. Es un hecho que cada individuo, cada ser humano dotado de un cuerpo vivo, de una mente que piensa y de un corazón que ama, demostrará su calidad como persona humana en la medida que muestre efectivamente su personalidad: cómo vive, cómo piensa y cómo ama.

La Biblia. Conducidos de la mano por la Iglesia, nuestra Madre y Maestra, las páginas de la Biblia nos permitirán descubrir y observar los rasgos fundamentales de las personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, partiendo de lo que observamos en las personas humanas bien hechas, bien formadas.

Rasgos fundamentales. He aquí los cuatro rasgos típicos de la persona humana conforme nos lo entrega la experiencia de cada día, la experiencia de la historia con sus grandes personajes. Toda persona bien formada se distingue porque es consciente, es libre, es creadora y es responsable. En efecto, la persona es consciente cuando observa y comprueba su propia realidad, la realidad de las circunstancias en que vive sin dejarse llevar de ilusiones ni fantasías. La persona será libre si sabe escoger no lo bueno o lo malo, como se cree y se dice comúnmente, sino «lo bueno o lo mejor», como Dios. Porque Dios no escoge lo malo... La persona humana será creadora si sabe dar vida, sabe dar amor. El verdadero amor siempre da vida. Finalmente, la persona responsable es aquella que promete y cumple fielmente lo prometido, según el término griego «spéndo», prometer, pactar, de donde vienen los nombres de esposo, esposa y esponsales.

Dios Padre: Persona y Creador. Desde la primera página de la Biblia destaca la persona consciente de Dios al ordenar, en medio de las tinieblas que cubrían los abismos: «Hágase la luz». No fue un mero deseo ni una ilusión. «Y la luz fue hecha». Luego, Dios creará los cielos separando las aguas de lo alto del firmamento de las aguas de los mares, a los seres que pueblan las aguas, las bestias que habitan la tierra y las aves que surcan los aires. La Biblia subrayará cada paso en la Creación ratificando lo hecho con un seguro «así fue» con un consciente: «Vio que era bueno» (Gén 1,25), que «todo cuanto había hecho era muy bueno» (Gén 1,31).

El Padre: Persona Libre. Dios se muestra claramente libre cuando observa al hombre solitario, al que acaba de crear hecho de barro (Adán = «el barroso»), pues está sin una compañía compatible con su ser humano, y entonces dice: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gén 2,18). Entonces (para evitar lo malo, para mejorar lo bueno), actuando co-mo un sensato y experto cirujano –con el hombre «anestesiado»–, crea la primera mujer de una costilla de Adán (Gén 2,21-23).

El Padre. Persona Creadora. Dios creador y amoroso, fuente de vida y de amor, una vez modelado el cuerpo inerte del primer hombre, le infunde la vida con un soplo, ¿con un beso? (Gén 2,7). Y lo puso luego en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara «a imagen y semejanza de Dios Creador» (Gén 1,26).

El Padre: Persona Responsable. Finalmente –seguimos los pasos de Dios Padre como persona responsable y providente de la vida de todos los seres vivos–, entrega las aguas nutritivas de los océanos para los peces y monstruos marinos; a los animales terrestres, abundante pasto verde; en tanto que para la pareja humana, Dios Padre dispone que dominen sobre peces, aves y animales terrestres y toda clase de árboles frutales (Gén 1,29). Instalados en el Edén, bien regado por un río de cuatro brazos, contaban con árboles agradables y buenos para comer.

Dios Padre Amoroso. Desde las primeras páginas de la Biblia, Dios se muestra de manera evidente y desbordante como una persona cabal, consciente, libre, creadora y responsable precisamente porque es Dios y porque es Padre. Es claro y evidente que a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento podemos constatar, hasta fatigarnos, la marcha constante de Dios como Padre Creador y Amoroso, de una personalidad consciente, libre, creadora y responsable, que nos reclama en cada instante que sigamos sus pasos en el quehacer de cada día, ya que desde el principio nos quiso y nos hizo «imagen y semejanza suya» (Gén 1,26). l