¿DEBEMOS JUGAR A SER DIOS?

 

«La técnica ha planteado diferentes problemas acerca del comienzo de la vida humana sobre los que no se había reflexionado con anterioridad, como es el caso de la ingeniería genética, los nuevos métodos de reproducción artificial, la defensa del patrimonio genético y el aborto».

 

P. Juan Cruz García, OAR

En los últimos tiempos los avances de la tecnología, especialmente en el campo de la medicina, han sido espectaculares.

Lo que parecía tema de cualquier película de ciencia ficción es hoy una realidad. El ser humano en sus ansias de progreso tiene en sus manos el impresionante poder de intervenir en todos los procesos de la vida: desde su gestación en el frío de un laboratorio hasta la prolongación artificial de su existencia, llegando incluso a buscar «mejores» maneras de morir. Cayendo, a veces, en la «tentación» de jugar a ser Dios.

En ocasiones la misma ciencia nos sorprende; pero hemos logrado acostumbrarnos a sus avances sin preguntarnos mucho sobre ellos. Conceptos que teníamos como definitivos, se valoran de diferente manera.

En 1917, Van Rosenlaer Potter en su libro «Bioética: un puente hacia el futuro» acuña el nuevo término de «bioética», refiriéndose a la combinación entre el conocimiento de la biología con los valores humanos. Y nace una ciencia que se dedica a analizar los diferentes avances de la técnica y la medicina a la luz de la ética y la moral.

Por lo tanto, y contra aquéllos que opinan que la reflexión ética y moral no cabe en un mundo científico, se hace necesario recordar que las dos son imprescindibles en la vida humana. El ser humano necesita de criterios que estructuren y den coherencia a su forma de actuar. El principal problema es hallar un valor absoluto en una sociedad plural como la nuestra. No obstante, hay algo que nadie puede pasar por alto y que debemos defender ante todo: la dignidad de la persona y el respeto a la vida humana. Desde ahí planteamos nuestra reflexión.

 

PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA: RESPETO A LA VIDA HUMANA

 

En todas las culturas aparece el respeto a la vida como el principio más fundamental. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776, «La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» de la Revolución Francesa en 1789, «La Declaración Universal de los Derechos Humanos» aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948 y la encíclica «Paz en la Tierra» del papa Juan XXIII son algunos ejemplos de la preocupación acerca de la importancia de los derechos de la persona en los que la vida es el presupuesto universal. No obstante, son muchas las veces en que justificamos atentados contra ella cubriéndolos con la excusa del progreso. La pregunta que debemos hacernos es si esos avances que defendemos están a favor o contra la vida.

Obviamente, la bioética defiende también como principio ineludible que nada debe hacer daño a la dignidad humana; más bien al contrario, la ciencia debe preocuparse por hacer el bien y mejorar las condiciones de vida de la humanidad. En ocasiones, con este argumento como fondo deshumanizamos al ser humano y deja de ser lo más importante para convertirse en un simple instrumento. Cuando llegamos a este punto la vida humana deja de tener sentido pleno.

Analicemos, a continuación, diferentes temas de actualidad en el campo de la ciencia, ante el presupuesto que consideramos ineludible.

 

PRINCIPALES TEMAS DE ACTUALIDAD

 

La técnica ha planteado diferentes problemas acerca del comienzo de la vida humana sobre los que no se había reflexionado con anterioridad, como es el caso de la ingeniería genética, los nuevos métodos de reproducción artificial, la defensa del patrimonio genético y el aborto. Al contrario de los temas anteriores, la técnica también se preocupa por lograr una muerte más «digna» y «civilizada» con la pena de muerte, la eutanasia o el derecho a morir con dignidad, etc.; también aquí debe haber respuestas.

 

LA INGENIERÍA GENÉTICA

 

Entendemos por ingeniería genética al conjunto de técnicas capaces de intervenir directamente sobre los genes (o patrones de cada parte del organismo) y sobre las estructuras moleculares responsables de transmitir los caracteres hereditarios. El científico podrá proyectar para el futuro nuevos organismos vivos (seres más perfectos), crear seres con unas cualidades específicas (inteligentes, sanos, adecuados para diferentes trabajos, etc.), sustituir genes que causen daño, crear plantas resistentes a nuevos ambientes o más vitamínicas, crear animales en serie (como la oveja Dolly, que es una reproducción exacta de otra oveja), etc. En donde ha despertado mayores expectativas es en el campo de la medicina, ya que se trata de buscar soluciones a muchas enfermedades que tienen un origen o un desenlace genético: cáncer, sida, etc.

En este punto el ser humano acaba de iniciar una aventura llena de ilusiones por los beneficios incalculables que se avecinan, y de temores por los peligros que comportan la manipulación y sus consecuencias. Si ya hemos logrado clonar (copiar) una oveja, ¿por qué no lo intentamos con el ser humano? Es una enorme tentación en la que no podemos caer, ya que el hombre no puede ser utilizado como un simple objeto de laboratorio. No parece lícito, por ejemplo: la gestación de embriones humanos en úteros de animales, ni que nazcan niños sin estar en el seno materno, o la clonación de seres iguales de los que podríamos hacer miles, ni la creación de órganos destinados a los transplantes, etc.

No debemos manipular al ser humano en un triste anhelo de querer ser Dios, o mejor, de jugar a ser Dios.

 

LAS TÉCNICAS DE LA REPRODUCCIÓN ARTIFICIAL

 

No cabe duda que el progreso en este terreno ha constituido un motivo de esperanza para muchos matrimonios que sufren del problema de la esterilidad y que el camino de la adopción resulta demasiado complicado.

En la actualidad es posible la fecundación con el óvulo y el esperma de la propia pareja o de algún donante ajeno a la pareja, tanto de forma natural (depositando el semen en la vagina de la propia madre) co-mo «in vitro» (fecundando de manera artificial y colocando el óvulo fecundado en el útero de la madre). Es-ta práctica es muy común en los animales para conseguir mejores producciones en las granjas.

Las preguntas y las dudas se agolpan ante una nueva manera que se aleja de la natural de tener hijos. Parece que caminamos hacia buscar unos niños según nuestros gustos, que respondan a unas características concretas; o podemos pensar que es lo mismo tener un hijo que sea de nuestra pareja pero no nuestro; o si aceptamos tener una madre de alquiler que conciba el hijo por nosotros y luego nos lo entregue; o si los óvulos y espermatozoides congelados (incluso ya fecundados) que se guardan como en un supermercado pueden botarse cuando ya nadie los necesite...

 

EL ABORTO

 

La palabra «aborto» significa «no nacer»: es la muerte del no nacido en cualquier momento del embarazo. Considerando la existencia de vida humana desde el momento de la fecundación, se estima en más de setenta millones anuales los abortos del mundo. Muchos de ellos aceptados por sociedades hipócritas que ponen fechas a la existencia humana.

Se trata de técnicas salvajes como la succión (durante el primer trimestre del embarazo un tubo introducido por la vagina aspira el feto hasta que es sacado del útero completamente desmembrado); la dilatación y el legrado (antes de la duodécima semana se introduce un cuchillo curvo en el útero y se despedaza al bebé para poder sacarlo a pedazos); la inyección salina (en los primeros meses se inyecta una solución concentrada de sal que envenena al bebé y rompe la membrana para que la mamá dé a luz a un bebé muerto); la histerectomía (en los últimos meses se practica una cesárea y se extrae al bebé para aprovecharlo en la confección de fármacos y cremas); el RU 486 (una especie de pesticida humano que envenena al feto en las primeras semanas del embarazo). Y las razones para llegar a estos extremos se encuentran justificadas con «excusas» como: se trata de un hijo no deseado por razones económicas, por deficiencias del feto, por ser fruto de una violación, etc., como si el niño que iba a nacer fuera culpable de algo.

Debemos defender, ante todo, la utopía que buscamos, la de que todos tenemos derecho a la vida y nadie, sino Dios, debe decidir sobre este tema.

 

LA PENA DE MUERTE

 

Casi siempre se ha planteado la pena de muerte no como un atentado indigno contra la vida, sino como un acto legítimo de defensa frente a las amenazas de los criminales de los países muy democráticos y civilizados.

Solemos despreocuparnos de temas como el arrepentimiento, la inutilidad de la venganza, que se demuestre que el reo no era culpable, etc. Y asumimos con naturalidad la muerte de alguien con «inventos» tan «humanos» como la silla eléctrica, la cámara de gas o la inyección letal. Y si a esto le añadimos la monstruosidad de la cadena perpetua, donde no se deja ninguna posibilidad y se condena a una persona a vivir encerrada para toda la vida.

La mayor lucha contra la pena de muerte es la invitación al amor comprensivo y misericordioso. La muerte no es el precio a pagar. Nadie nos dijo cuáles eran las razones válidas para quitarle a alguien la vida... aunque lo cubramos con una «triste» capa de legalidad y bien común.

 

LA EUTANASIA O EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD

Se llama eutanasia al derecho del paciente de decidir la forma y el momento de su muerte. En muchos casos se concibe como una manera de librar a la persona de sus intensos sufrimientos, de una agonía sin misericordia que padece como resultado de una enfermedad grave o incurable.

Entre los diferentes argumentos que defienden la eutanasia se encuentran aquéllos que defienden que tenemos derecho a disponer de nuestra propia vida; que la enfermedad le está haciendo dejar de «ser persona»; ya que tenemos derecho a vivir dignamente podemos morir con la misma dignidad; que no debemos intentar prolongar la vida cuando ésta no se puede vivir; nadie debe morir entre tanto dolor y es más caritativo acortar el sufrimiento, y otras muchas razones más.

La vida es un derecho inalienable y nadie ha determinado todavía las circunstancias en que se debe aplicar la eutanasia, ni cómo legislarla, ni qué límites ponerle. Incluso aunque la persona lo dejara en el testamento, quién asegura que no se arrepintió en el último momento. Puestos a pensar, ¿podemos decidir quiénes no están preparados para vivir con dignidad y ese no es el caso de la gente con deficiencias psicológicas, o sí? También podemos matar a alguien para aprovechar sus órganos con el fin de un transplante. O se puede buscar la forma de tener que soportar a los más ancianos de la casa que «no sirven para nada». Eso sí, después de tomar la decisión no hay marcha atrás, aunque nos equivoquemos.

Nuestra respuesta debe ser la de buscar una muerte digna y tranquila como plenitud de una vida que también lo es. La muerte no acepta excusas de ningún tipo y nosotros no somos sus administradores.

 

UNA POSICIÓN ANTE LA VIDA

 

Ante los planteamientos confusos de nuestro mundo debemos plantearnos la necesidad de encontrar nuestra posición ante la vida. La bioética nos irá descubriendo las diferentes claves; pero debemos hallar nuestras respuestas a la luz del Evangelio, que es de Vida y que la defiende por encima de todo. Nuestra posición es la de Dios, que nos dio la vida y nos la entrega de nuevo cada día. Ocupemos nuestro lugar en la creación, progresemos y utilicemos la ciencia al servicio de los demás y de la misma existencia humana. No juguemos a ser Dios, porque en ese «juego» pierde el ser humano.